Buscando su propia identidad
La
primera vez que mi hija salió corriendo, sola y sin mirar hacia atrás, hacia el
rodadero, fue la primera vez que sentí la sensación de “desprendimiento” en su
máxima expresión. Una cosa es que tu hijo ya camine, que se logre desplazar de
un lado a otro y que incluso te “obligue” a mostrarle el mundo acompañándolo,
guiándolo. Pero esta sensación fue diferente, ella estaba lista y tal vez yo
no.
Yo
sabía que mi hija lo estaba haciendo porque se sentía capaz, así le costara
subir por la escalera, ella sentía que podía, tenía confianza en sus
habilidades. En ese momento recordé una frase de Dreikurs, este educador
estadounidense que tanto me gusta leer: “una
rodilla lastimada puede sanar, pero la valentía lastimada puede durar toda la
vida”.
Ese
día, respiré profundo y sentí un dolorcito en el corazón, me senté y con
nervios empujé desde la distancia cada pasito que ella daba. Ella por su parte,
me miraba y orgullosa iba subiendo casi sin mirar lo que estaba haciendo. Sentí
ganas de intervenir, de darle instrucciones, de levantarme y explicarle qué
hacer, cómo hacerlo… Sin embargo fui fuerte y valiente también. Le di su espacio y lo logramos las dos. Todo salió bien.
Así
como esta sensación, ya hemos superado varias: el día que por primera vez llegamos
al Kínder y le expliqué que ella debía entrar al salón sola y encontrar su
propio espacio y amigos. Así como mamá y
papá tienen el suyo en sus trabajos; o el día que en una fiesta, un niño la
empujó y yo me escondí para permitirle a ella sola resolver lo que estaba
pasando; o la vez que se fueron mis dos pulgas de vacaciones con sus abuelos y
no lográbamos ni hablar por el cambio de horario o más bien porque ellas estaban muy entretenidas como para
aburrirse al teléfono saludándonos.
Conforme
a su crecimiento, las tres hemos ido creciendo,
aprendiendo y madurando. Las oportunidades para darles su espacio, para
vivir el desprendimiento han ido creciendo. Y hoy me doy cuenta de que tienen
que ver también con su valentía, con el desarrollo de su autoestima.
Verlos
crecer es maravilloso y puede ser nostálgico también, pero es la manera en la
que los logros cobran el significado que se les quiere dar. La manera en la que ellas descubren que son
capaces de hacer cosas por ellas mismas y la manera en la que juntas resolvemos
problemas, enfocándonos en soluciones.
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