viernes, 20 de junio de 2014

Los 3 consejos más valiosos en mi embarazo


Por: Wonder WoMOM

La semana pasada fui a almorzar con una amiga que en su quinto mes de embarazo vino de Colombia a comprar las cosas para su bebé. En medio de su ilusión y temores me pidió que le diera “un buen consejo” teniendo en cuenta que hace algunos meses yo estaba en su misma situación. Como el almuerzo fue largo, a pesar de las interrupciones de mi chiquita de 3 meses pude darle no solo uno sino muchos consejos. Pero camino a casa me quede pensando y recordé los 3 consejos más valiosos que recibí durante mi embarazo y que hoy quiero compartir con ustedes.


1. Disfruta tu embarazo hasta el final.
Todas sabemos que esos 9 meses a veces pueden parecer una eternidad, pero hay que disfrutar cada instante hasta el final. Incluso en la semana 40 cuando sientes que la ansiedad se apodera de tí y las noches se sienten cortas...¡disfruta! Tienes tu bebé solo para tí y creeme que mas adelante te hará falta esa pipa. Valora el tiempo qué aún tienes para tí. Prepárate un buen baño de tina, lee un libro en tu lugar favorito mientras te acaricias tu barriga, ve a relajarte a una clase de yoga, mueve tu energía con una caminata al aire libre, hazte un estudio fotográfico para recordar por siempre este momento que no vuelve o simplemente aprovecha el tiempo a solas con tu pareja, porque después no vas a poder ni sentarte en la silla del copiloto para acariciarle su mano. Por más ganas que tengas de conocer a tu bebé no te anticipes, no te desesperes y no quieras que terminen tan rápido esos maravillosos 9 meses.




2. Escúchate a ti misma.
Cuando estas embarazada es realmente abrumante la cantidad de decisiones que tienes que tomar. Son tantas, que parecen interminables. Empiezas decidiendo a qué medico ir y en dónde  vas tener a tu bebé, pasas por qué cuna y coche comprar y terminas decidiendo si quieres la anestecia epidiural o analgésicos cuando ya estas a pocos segundos de dar a luz...

Todo las personas cercanas a ti va na opinar de cada una de esas decisiones y aunque los comentarios pueden ser bien intencionados a veces nos confunden y nos agobian. Por eso hay que escuchar lo que la gente dice con paciencia, tomar lo que sirva y desechar lo que no vale la pena. Pero lo más importante es cuando estés a solas en tu casa ¡pregúntate a ti misma qué es lo que realmente quieres! Escucha tu voz interna de mamá, porque desde ya tienes ese instinto que sabe que es lo mejor para ti y para tu bebé. Que no te importe lo que piensen los demás, que no te importe lo que hayan hecho tus amigas…toma TU DECISIÓN. 

Este es tu momento, tu eres la protagonista  y cualquier decisión que tomes la gente que te quiere la va a respetar.


3. No sientas miedo de no saber que tipo de mama vas a ser.
Es natural sentir temor, pero no te preocupes porque en la practica encontrarás tu propio estilo y serás la mejor mamá para tu hij@. No existen instrucciones exactas, pero puedes leer y aprender de las mamás que ya pasaron por lo que tu estás pasando, (te recomendamos este blog, jajaja).

En general los libros de maternidad (historias, metodos, filosofias, etc) están divididos en dos: los que dan como prioridad las necesidades del bebé y los que dan igual de importancia a las necesidades de los padres. 

Algunas teorías recurrentes del primer grupo, creen que los primeros 3 meses de vida es el cuarto trimestre del bebe (los tres primeros fueron en la panza) y que hay que hacer todo para que se sienta como si estuviera en el vientre materno. Por ejemplo darle de comer “on demand” es decir cada vez que el bebé quiera, “co slepping” dormir en la misma cama con el bebé para que sienta el calor de la mamá, y “swaddling” envolver a los bebés para que se sientan apretados, por nombrar algunos.  

Por otro lado los que pertencen al segundo grupo creen que si los padres están bien…el bebé estará bien, por eso es el bebé quien debe poco a poco adaptarse  porque él es el nuevo en la familia. Los horarios y rutinas son indispensables para lograr este balance.

Si quieres investigar más y te sientes identificada con el primer grupo te recomiendo “The Baby Book” de William Sears, y si por el contrario te interesa más la segunda teoria entonces “Secrets of the Baby Whisperer” de Tracy Hogg es el adecuado para ti. Lo cierto es que no tienes que decidir a cual perteneces porque pronto tu misma lo sentirás y seguramente hasta combinarás teorías para llegar a tu propio estilo, el mejor  para tu bebé.



Para mí estas palabras en el momento oportuno de mis amigas mamás fueron clave y me siento inmensamente agradecida. Espero sean tan valiosos para ustedes como fueron para mí.

miércoles, 18 de junio de 2014

Homenaje a Juanita


Por: Inn-maternal
(Isabel Salazar)

Mi esposo dice que yo hablo de Juanita todos los días. Y es verdad. Su partida, a mis 15 años,  fue el primer golpe que me dio la vida. Se enfermó y sus pulmones se llenaron de agua, aunque estaba siendo atendida en la mejor clínica de Cali, un buen día su corazón dejó de funcionar. Paradójicamente los doctores dijeron que era porque lo tenía muy grande. En el momento no lo entendí pero hoy me hace todo el sentido: personas como ella, con el corazón inmenso, no pertenecen a este lugar.

El día de su entierro fue tanta gente, que la policía tuvo que escoltar el carro fúnebre que la llevaba. De su barrio, Petecuy llegaron cinco buses llenos de gente que la adoraba. Su comadre María organizó otra gran caravana, y de La Flora -nuestro barrio-, aparecieron cientos de personas. Mientras llevábamos sus cenizas al osario, un grupo musical  cantaba “Ay Joselito no llores, por esa morena hermosa”.


Juanita fue siempre la alegría del hogar. Empezó a trabajar con mi abuela cuando mi mamá y mis tíos eran unos niños, pero la despidieron porque se agarró con la de la cocina, -como dice mi abuela Tulia-. Cuentan que las encontraron casi a los golpes por motivos que aún desconocemos y que el duelo por su ausencia, duró meses. Cuando mi mamá se casó, estaba buscando una buena mujer que la acompañara y la ayudara en las labores domésticas, entonces Albita, que trabajaba para los Gómez, (una familia amiga), le habló de Juanita. Habían pasado varios años, pero esa mujer era inolvidable. La contrataron de inmediato y nunca más la dejaron ir.

Cuando yo nací ya Juanita llevaba unos buenos años cuidando de todos. Para mí ella siempre estuvo ahí, como mi papá, mi mamá y mi hermana. La recuerdo con una sonrisa amplia y una estampa parecida a la de Blanquita, la de los blanqueadores pero con la alegría y extravagancia de la Guarachera de América, Celia Cruz.  

Juani siempre estaba cantando locuras, “corazón de piedra, corazón.. corazón de piedra”, hablando con un timbre particular, cocinando mangares deliciosos con su sazón del Pacífico.  Me encantaba acompañarla a mercar, era una fiesta diaria porque todo el mundo la quería. En cada esquina alguien la saludaba, los vecinos le hablaban sobre todo tipo de temas de la cuadra, la que vendía chontaduros en la calle le tenía de regalo un par, el vigilante le contaba chistes, las cajeras de ROHERMA (como se llamaba el mercado del barrio), le tenían historias y ella se reía, pronunciando la frase “me muero de la R” si era divertido, o vociferando una expresión parecida a “gua-te-te” cuando era algo feo o que le causaba desagrado. Cuando se murió mi casa se sentía tan callada y vacía, que lo único que se nos ocurrió fue conseguir un loro para que hiciera algo de bulla pues el silencio nos recordaba que no sabíamos vivir sin ella.

Mi negra fue analfabeta casi toda su vida. Ya de grande aprendió a leer y a escribir, pero lo hacía muy mal. Cada vez que anotaba una razón para mis papás tocaba decifrar un jeroglífico. Un día me pidió que le enseñara lo que iba aprendiendo en el colegio. Hacíamos las planas juntas y aunque yo aprendí a escribir, a ella le seguía costando mucho trabajo. La J se le dificultaba cantidades y eso la enfurecía que porque era la letra con la que empezaba su nombre, decía, que se le parecía mucho a la B. Creo que las confundía porque esa era la letra con la que empezaba su apellido, Banguera.



Todas las noches ponía a hervir una ollita de aluminio con un agua con cebollas y una peineta para hacerse, quien sabe cómo,  una especie de peluca  con extensiones de pelo. En su cuarto tenía una máquina de coser con la que hacía de todo: cubrelechos de retazos, cojines, delantales, individuales, y cuando en los noventa estaban en furor las bambas de pelo, nos hizo miles para que Marce y yo las vendiéramos en el colegio… presiento que la quebramos, pero no le importó; mi hermana y yo fuimos los amores de su vida. Nos perdonó y alcahueteó todo. Se despertó todos los días a las 4 a.m para arreglarse, tenernos listo el desayuno, hacernos peinados y despacharnos en la ruta escolar. 

Hay muchas cosas de la vida de Juanita que nunca supe. Cuando la tuve conmigo no se las pregunté y es algo que me pesa todavía. No sé por qué, ni cómo, ni cuándo, llegó de Guapi a Cali. Creo que ser empleada doméstica fue su única opción. Presiento que trabajó haciéndole aseo a otras familias desde que era una niña. No sé si la quisieron tanto como nosotros, no sé si la maltrataron, no sé si fue víctima del racismo. Nunca se quejó, la única vez que la oí refiriéndose a su raza fue una vez que en el noticiero dieron una noticia del Tino Asprilla: “Cambambero ese, nos hace quedar como un zapato a nosotros los negros con su desjuicieeee”-  refunfuñó con su voz chillona.

Juanita no se casó y no sé si tuvo novios, jamás nos habló de hombres. Tampoco mencionó a su papá o a su mamá, ni a ningún hermano… Ya grande le aparecieron unas sobrinas a las que quiso mucho y nadie supo si eran hijas de un hermano, de un primo, o simplemente de un conocido, pero a ellas les heredó su casa, que fue su mayor orgullo en la vida.

Mi papá le ayudó a conseguir un lote de interés social y ahí construyó “su casita” como siempre la llamó. La hizo de a poquitos, con mucho amor y sacrificio, ladrillo por ladrillo. Como la vida premia a las personas buenas, se ganó una cédula de capitalización de las que vende mi tía Maris y con eso le hizo plancha a la casa para un segundo piso. La conocimos sólo después de su muerte cuando los vecinos le hicieron una misa. Mi mamá es artista y diseñadora de interiores, por lo que nuestra casa vive en constante redecoración y nos conmovió mucho cuando llegamos al Petecuy para encontrar que ella había copiado a su manera la decoración: La sala tenía los mismos colores, la misma cenefa, (solo que esta un poco torcida), y se había dado mañas para utilizar con gracia los pedazos que habían quedado del papel de colgadura.

La Juani murió de sesenta y tantos. Nunca supimos cuantos, ni ella lo sabía, la cédula la sacó de grande y creo que inventó la fecha de su cumpleaños. Una persona tan sola como ella, nunca  manifestó sentimientos de rencor, miedo, síndrome de abandono. Todo lo contrario, nos quiso con total entrega y a cambio de nada.

Fue mi nana, mi segunda mamá, mi protectora, mi cómplice, mi amiga, la más leal de las “muchachas del servicio” y por eso la tengo siempre presente.  En el momento mismo en el que sentí a mi hija en mi vientre, le recé a Juanita para que la protegiera y no hay día que no me encomiende a ella, ¡aún desde la muerte la pongo a trabajar! Me encantaría que hubiera conocido a mi bebé y tal vez por eso ahora la extraño mucho más… Espero, que en su memoria, María Belén aprenda a sentir amor por las diferencias, que sea respetuosa con todas las razas, que no juzgue a nadie por sus inclinaciones sexuales, dogmas políticos,  creencias religiosas o prácticas espirituales.   Desde el cielo, Juanita nos sigue enseñando, y desde ahí, a donde le rezo diariamente, sabe que tiene la tarea, de ser nuestro ángel de la guarda. 




Freda Aconseja- La Valentía


Buscando su propia identidad


La primera vez que mi hija salió corriendo, sola y sin mirar hacia atrás, hacia el rodadero, fue la primera vez que sentí la sensación de “desprendimiento” en su máxima expresión. Una cosa es que tu hijo ya camine, que se logre desplazar de un lado a otro y que incluso te “obligue” a mostrarle el mundo acompañándolo, guiándolo. Pero esta sensación fue diferente, ella estaba lista y tal vez yo no.

Yo sabía que mi hija lo estaba haciendo porque se sentía capaz, así le costara subir por la escalera, ella sentía que podía, tenía confianza en sus habilidades. En ese momento recordé una frase de Dreikurs, este educador estadounidense que tanto me gusta leer: “una rodilla lastimada puede sanar, pero la valentía lastimada puede durar toda la vida”.




Ese día, respiré profundo y sentí un dolorcito en el corazón, me senté y con nervios empujé desde la distancia cada pasito que ella daba. Ella por su parte, me miraba y orgullosa iba subiendo casi sin mirar lo que estaba haciendo. Sentí ganas de intervenir, de darle instrucciones, de levantarme y explicarle qué hacer, cómo hacerlo… Sin embargo fui fuerte y valiente también.  Le di su espacio y lo logramos las dos.  Todo salió bien.

Así como esta sensación, ya hemos superado varias: el día que por primera vez llegamos al Kínder y le expliqué que ella debía entrar al salón sola y encontrar su propio espacio y amigos.  Así como mamá y papá tienen el suyo en sus trabajos; o el día que en una fiesta, un niño la empujó y yo me escondí para permitirle a ella sola resolver lo que estaba pasando; o la vez que se fueron mis dos pulgas de vacaciones con sus abuelos y no lográbamos ni hablar por el cambio de horario o más bien porque  ellas estaban muy entretenidas como para aburrirse al teléfono saludándonos.

Conforme a su crecimiento, las tres hemos ido creciendo,  aprendiendo y madurando. Las oportunidades para darles su espacio, para vivir el desprendimiento han ido creciendo. Y hoy me doy cuenta de que tienen que ver también con su valentía, con el desarrollo de su autoestima.

Verlos crecer es maravilloso y puede ser nostálgico también, pero es la manera en la que los logros cobran el significado que se les quiere dar.   La manera en la que ellas descubren que son capaces de hacer cosas por ellas mismas y la manera en la que juntas resolvemos problemas, enfocándonos en soluciones.