miércoles, 28 de mayo de 2014

Freda aconseja




¿Qué si tu vida cambió? La lista puede ser larga y te puedes confundir entre lo bonito y lo feo, lo fácil y lo difícil, lo cierto y lo incierto… la crianza no es lineal, tu hijo te sorprende todos los días y tú no estas siempre bajo el mismo “efecto – adultez”.

¡Si! Nos pasan cosas, tenemos mejores y peores días, y a veces ni siquiera tenemos el tiempo suficiente para interiorizar y entender todo este “bololó” de la crianza…

¿Has pensado cuando fue la última vez que hiciste algo por ti? ¿Algo que te permita contar con un momento de disfrute genuino, en el que no hayas cumplido con un compromiso, que no hayas corrido a acompañar a otro, que no se tratara de una tarea disfrazada?

Parte del gran cliché que todos contamos en algún momento, es el hecho de que inevitablemente los hijos nos conducen a ser mejores personas, pero, ¿has pensado que se esconde detrás?

Nuestros hijos son un “regalo” en muchos sentidos, pues no sólo se trata del milagro de vida que sin importar creencias ni religiones todos compartimos, también tiene que ver con que nos regalan la capacidad de ponernos en jaque, cuestionarnos, medirnos… ellos son nuestro más agudo espejo.

Pero nos cuesta. Es posible que nos despidamos por las mañanas de nuestros hijos cuestionando nuestro comportamiento: “¿Será que me excedí?”, “no debí regañarlo, el sólo quería un poco de mi atención", “fui injusta, mi chiquita es tímida y tengo que darle su espacio en las fiestas” o se nos sale una lagrima al ver algo en redes sociales o al recordar un momento difícil que pensamos resolvimos de manera acertada durante el día con un grito... la lista puede ser larga y sin importar la edad de nuestros hijos, hemos habitado la culpa de alguna manera.

Ahora, ¿cada cuánto estamos navegando en estas aguas y de qué manera lo resolvemos? ¿Es posible que consideremos que contamos con las herramientas lógicas de la crianza por haber sido hijos en algún momento? ¿Por sentirnos funcionales? ¿Exitosos?

¿Es posible que nos gobierne en nuestras vidas algún enemigo que no nos permita levantar la mano y pedir ayuda? Y si vamos un paso más a fondo, ¿puede ser que estemos sin saberlo aliados con un enemigo del aprendizaje?

Acá una corta lista, mira con cuantas afirmaciones te identificas:

-     Me cuesta decir “no sé”, quisiera que alguien me ayudara.
  • -   Me cuesta admitir ante otros que finalmente no me las sé todas.
  • -       Juzgo a los demás de manera que nadie me cuestione en mi manera de pensar y hacer.
  • -       Considero que aprender cosas nuevas tiene que ver con adquirir información.
  • -       Soy adicto a las respuestas, para luego emplearlas como cartas bajo la manga.
  • -       De entrada desconfío de mi interlocutor y pongo en duda lo que tenga para decirme.
  • -       Arrogancia intelectual, debemos primero constatar que nuestro interlocutor tiene especialización, maestría, PHD y un curso en la NASA para otorgarle credibilidad ante lo que tiene para contarme.
  • -       Me descalifico bajo el juicio “como yo soy bruto/a para las manualidades…".
  • -       Me escondo en la creencia de que no tengo tiempo de sobra para aprender.

Y ahora, ¿qué tipo de mamá/papá estás siendo? Cómo crees que te definirán tus hijos cuando sean adolescentes? ¿Pides respeto desde la imposición? ¿Quieres inspirarlos desde el miedo a lo incierto?

No te molestes, míralo como un regalo, como una oportunidad para aprender a mirarte y conocerte, para contar con mejores herramientas para acompañar y guiar a tu enano, para vivirte a plenitud a  tu peque y para ser un padre inspirador, porque su referente ¡ya lo eres!













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